En
cualquier lugar de España un grupo de personas se prepara para salir en la "foto de familia”. Podrían ser
banqueros, políticos o famosos. Da igual. Las personas a su alrededor trabajan
en silencio para que ellos puedan ver cumplidos sus sueños. La vida misma.
Hemos
entrado con mal pie en el siglo XXI, y en lugar de ir hacia adelante, vamos
hacia atrás. Unos viven de otros, como vampiros
y víctimas. También podríamos hablar de la eterna división entre manipuladores
y sumisos, por decirlo de otro modo. En ningún país de Europa se venera con
tanta devoción la figura del “listillo” y del aparentar sacando pecho para impresionar
y achantar. Depredación pura y dura,
amparada por el gobierno, por el poder financiero y por la moralidad más
rancia. Hay momentos en que leer un periódico es como leer un comic. Algo
positivo hay en ello: se le quita hierro al asunto. Pero todo este surrealismo mágico de la España más
profunda esconde ya tantos dramas humanos que la situación en algún momento va
a reventar. Desahucios con niños
incluidos y servicios sociales en paradero desconocido. Privatizaciones cuya única finalidad es que los lobos del
mercantilismo, familiares de los que detentan el poder, salgan como locos de su
guarida para conseguir la presa. Dinero
camino de Suiza y controles extremos para cualquier individuo que cobre mil
euros. ¿Dónde está el respeto a la dignidad humana? ¿No era esto una democracia?
La culpa no la tienen en exclusiva los depredadores, la tenemos todos, por dejarles
hacer. Poner límites, gritar “basta” y centrarnos
en la creación de algo nuevo, distinto y decente es labor nuestra. Creo
firmemente que de todo esto va a salir algo bueno. La historia lo demuestra. Tras
épocas oscuras, vienen otras más luminosas. Un péndulo invisible reconduce
constantemente las cosas para llevarlas de un extremo a otro en la búsqueda de
un término medio, que a veces tarda mucho en encontrarse. Existe el peligro de
perder el respeto al poder del tipo que sea, pero de una España educada en el
autoritarismo solo podía salir esto. En el fondo estamos deconstruyendo para
volver a construir. Los cimientos no servían. Crear un nuevo futuro pasa por recuperar
el poder personal y aprender a ver más allá de los límites en los que nos han
educado. Y, algo fundamental, formar
niños libres. El día en que los españoles hayamos integrado realmente en
nuestro ADN el respeto a nuestra propia dignidad personal habremos ganado una
larga batalla. “Libertad, igualdad y fraternidad”, ya lo decían los franceses. Esperemos
que esta vez no llegue la sangre al río. Pero sí es hora de que los que no
salimos en la foto dejemos a los listillos sonriendo mientras dicen “patata”.