Foto: Artica Blues
sábado, 25 de mayo de 2013
LIBRE Y ESCLAVA
Abda introdujo los pies en el agua y se dejó seducir
por ella. Solía ir al hamman a una hora en la que apenas había nadie.
Disfrutaba de la tranquilidad que solo proporciona la soledad más extrema. Era
cuando más se sentía ella misma. Suspiró para exorcizar los malos espíritus de
la insulsa rutina, se recostó sobre el borde y pasó una eternidad finita
alternando entre las preocupaciones cotidianas y los sueños que acudían a
visitarla. Al final, ya solo quedó la paz. Se incorporó y caminó por la piscina
hacia la pequeña ventana cuya celosía filtraba la cálida luz del atardecer. Se
quedó frente a ella, cerró los ojos y permaneció inmóvil sintiendo el calor en
su rostro. Su pelo brillaba con matices rojizos por el efecto de la henna.
Hishâm la
observaba por el resquicio que dejaba la puerta entreabierta. Siempre esperaba
aquel momento cada semana con impaciencia. La conocía desde la infancia. Amaba
de ella todo: su luz, su libertad, su carácter indomable. Cada vez que la
miraba, su percepción lo confirmaba. Solo él atisbaba lo que otros no veían. Y
por eso precisamente nunca intentó nada. No se sentía digno de tanto.
Abda seguía
erguida, de cara a la ventana. Con los ojos cerrados, medio cuerpo en el agua y
la luz en el rostro, se sentía íntimamente conectada a la versión más auténtica
de sí misma. Cada uno inventa sus propios rituales para nutrirse de vida cuando
esta se escapa gota a gota. Aquel día, desde esa posición, comenzó a soñar
despierta como de costumbre. “Se escapó” por la ventana. Observó su pequeño
pueblo desde arriba, cruzó el desierto y vio a un grupo de tuaregs charlando y
tomando té junto a sus tiendas. Nunca pasaba de allí. Aquel día se aventuró un
poco más. En un pueblo al otro lado del desierto, alguien reía y reía. Le llamó
la atención.
De repente, se
sintió transportada de nuevo a la húmeda estancia y sintió el calor. Se quedó
pensando en todo aquello un rato y, por primera vez en mucho tiempo, abandonó
el agua esbozando una sonrisa. Esa que solo se dibuja cuando te das cuenta de
lo absurdo de todo. Salió del baño, volvió a ocultarse en su ropa y abandonó el
edificio para deslizarse con rapidez por aquellas calles que tan bien conocía.
En el mismo
momento en que giraba el pomo de la puerta de su casa una poderosa voz
masculina gritó: “ABDAAAAA, el téeeeee”. Ella obedeció al instante. Aquel
hombre disfrutaba de su presencia, su atención, sus cuidados e, incluso, su
cuerpo, pero nunca ni por asomo conseguiría rozarle ni remotamente el alma. Él,
a diferencia de Hishâm, la amaba esclava.
VIVIR EL PRESENTE
14/05/2013. Leo en la prensa que se ha producido la tormenta solar más
poderosa en lo que va de año y lo olvido a lo largo del día. Al atardecer, me
asomo a la ventana y me impresiona el cielo. Es mágico, irreal. Lo contemplo
absorta. Entonces, recuerdo la noticia. Me pregunto si tiene algo que ver, y yo
misma me contesto: probablemente no. Pero pienso cuántos atardeceres como este
me habré perdido por no vivir el presente.
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