sábado, 30 de marzo de 2013

ESTO SE ACABÓ


           Parece que no queremos darnos por enterados, pero esto se acabó....finito, caput. Europa ya no es el ombligo del mundo. Después de pasarnos siglos alardeando como pavos reales de nuestros descubrimientos de lugares que ya existían en el planeta y de nuestros inventos, que ya estaban ahí solo que alguien dio con ellos, hemos pasado de locomotora del mundo al vagón del centro, camino de ser de cola.

            Nos están engañando vilmente. Por mucho que nos recorten los recursos y los sueños, por mucho que nos quieran hacer creer que de nosotros depende mantener el sistema, ese camino lleva tiempo cerrado. Por mucho que trabajemos hasta los ochenta años, si llegamos a ellos sin achaques, o sobrevivamos con salarios tan mínimos que sean de subsistencia (los pocos que los tengan), por mucho que nos esforcemos, esto se ha terminado. Dejar de ser el centro del mundo requiere una gran dosis de humildad que nuestros gobernantes no están dispuestos a reconocer.  

            Creo firmemente que hay recursos para garantizar unos mínimos que se los están llevando bancos y políticos, la casta inmune. Mientras, el pueblo comienza a darse cuenta de que hay algo perverso detrás de todo esto. Si esto sigue así, y tiene toda la pinta de que así será, el descontento social irá a más y la cohesión social a menos: una bomba de relojería que lleva ya tiempo avisando que va a estallar.

            Vivimos una Europa de dos velocidades o de dos carriles en dirección contraria: los ricos cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres; los políticos cada vez más crecidos, mientras el pueblo se siente cada vez más humillado; en Bruselas se habla de finanzas, y los ciudadanos recurren al intercambio e incluso al trueque; los gobiernos de derechas hablan de competitividad, y los jóvenes trabajan juntos creando sinergias en la diversidad (coworking, networking, crowdfunding...); los máximos responsables de educación dictan normas para clasificar y segregar al alumnado, y las corrientes más avanzadas en educación pretenden potenciar el talento que TODOS tenemos y la realización a la que TODOS estamos llamados; se ponen trabas al conocimiento, a la cultura, al arte, pero ya no hay límites a su acceso gracias a Internet. ¿Qué esquizofrenia es esta?

            Nunca ha sido la brecha generacional tan grande. Unos viven en Internet desde hace ya más de quince años, y otros nos saben qué es el ciberespacio. El intercambio de ideas provoca nuevos tiempos y eras. Basta echar la vista atrás y remontarse a siglos para ver lo que dieron de sí las relaciones comerciales y culturales en la cuenca del Mediterráneo. No hay que hacer mucho esfuerzo para suponer que tanto intercambio a escala global va a dar lugar a un cambio de magnitudes aún desconocidas.

            Por lo pronto el equilibro de poderes ha cambiado sustancialmente en el mundo. Los países con economías emergentes, como China, Brasil, Rusia, India y Sudáfrica (es en ellos donde está el dinero que ha dejado de estar aquí), ya reclaman una mayor presencia en los órganos internacionales de toma de decisiones. Mañana serán las grandes potencias. Y miedo me da porque sus economías son salvajes, y el mundo será una ciudad sin ley.

            Y mientras ocurre todo esto, en España el barco está en manos de marineros vagando a la deriva con rumbo a ninguna parte sin más objetivo que mantenerse a flote. Un faro estropeado en Alemania emite señales erróneas. Mejor seguir esas que ninguna —piensa el capitán—. Vaya a ser que se nos note que no sabemos navegar por estas aguas.

            Mi esperanza son los jóvenes y algunos adultos con espíritu de maduros “peter panes” que aún se ilusionan con un mundo mejor para TODOS, que quieren aportar y no restar de la dignidad de otros. Personas con energía, con visión global y abiertos a nuevas ideas, que odian el “así son las cosas” y no se achantan ante los que cuando se propone algún cambio en aras del bien común solo saben decir “no, nunca, jamás”.

            Estas personas tampoco creen a los que tratan de culpar al ciudadano por no entender a fondo la letra pequeña de un contrato porque confiaba en quien “supuestamente” le aconsejaba. No creen las mentiras, las criminalizaciones, las calumnias, las acusaciones... Me gustaría hacer un inciso aquí para decir que nadie se lee un manual de medicina cuando le van a operar, ni estudia la carrera de Derecho si tiene un juicio, ni realiza un curso de formación para acudir a un asesor. Uno confía en el médico, en el abogado, en el asesor y hace un acto de fe. Reconocer que no se sabe de todo es de sabios, y muchos trabajos conllevan depositar en el profesional nuestra confianza. Hace tiempo que los bancos dejaron de formar parte de este gremio, aunque algún anciano de un pueblo lo haya aprendido demasiado tarde viendo volar sus ahorros a la “tierra de nunca jamás”.

            Otro mundo es posible, pero será irremediablemente distinto a todo lo conocido hasta ahora. Mientras en Bruselas hablan, comen, beben y viajan, los ciudadanos tienen las pilas puestas porque va en ellos su supervivencia. Y lo que salga de todo esto probablemente no tendrá nada que ver con lo que Merkel pensaba. Que así sea, y que sea lo mejor para TODOS.