martes, 23 de abril de 2013

NO HAN APRENDIDO NADA


            Un día sí y otro no mi banco trata de venderme desesperadamente algo. Estoy harta. Yo no lo llamaría sugerencia o información sobre un producto, lo llamaría "manipulación". No lo dicen a las claras, sino que aprovechando, por ejemplo, un cambio de formato de tarjeta, que ellos han decidido por supuesto, o la renovación de esta por caducidad, me hacen llamarles para soltarme una parrafada de diez minutos que yo escucho amablemente pero cuyo final ya conozco: “Lo siento, no me interesa”.

            También me llegan papeles con ofertas de pequeños créditos, supongo que porque “aún” tengo trabajo, para llevar hijos a estudiar a Gran Bretaña o comprar un coche nuevo, que rompo en mil pedazos y van directamente a la papelera. Me indigna cada carta de este tipo.

            Una y otra vez la banca confirma que no ha aprendido nada ni quiere hacerlo, que va a seguir yendo a lo suyo. La red para saltos mortales económicos que les proporciona el gobierno va a continuar ahí, y no cesará su incansable búsqueda de nuevas oportunidades. Y si no que se lo pregunten a los bancos alemanes, que tienen como rehenes a países enteros, gracias a la inestimable tutela de su gobierno.

            Y yo me pregunto, vale, yo por principio sé que voy a decir que “no” al acoso de las corporaciones, y que los oigo como quien oye llover, pero qué ocurre con la señora de edad avanzada educada en la amabilidad, que le da “cosilla” rechazar la propuesta de alguien que le ha prestado atención y la ha atendido con tanta consideración. España debe ser una mina en este sentido para la compañía más sanguinaria. Rechazar el empeño que ha puesto el chico en la llamada que he tenido que hacer hoy ha sido como ganar un “Oscar”. Le he dicho que “no” al principio, que le dejaba hablar porque sabía que era su trabajo, y luego y después... Antes de llegar al final, ya se lo había dicho varias veces por activa y por pasiva. Y él erre que erre. Qué conste que no tengo nada contra ese trabajo y procuro ser amable incluso para decir que "no me interesa". Hay mucha desesperación atendiendo esos teléfonos, y a veces que estos chicos no saben si podrán volver a su puesto al día siguiente en sus precarios trabajos. Pero no puedo dejar de pensar que las directrices que les dan están estudiadas y megaestudiadas por empresas especializadas en psicología humana, dedicadas en cuerpo y alma a investigar las 24 horas del días nuestras debilidades más recónditas con el único objetivo de que piquemos el anzuelo.  Y yo con estos pelos.

            Pero volvamos a los bancos. Qué ibamos a esperar de personas que son solo jurídicas, pues nada... ni sienten, ni padecen. Recomiendo a todo el mundo una especie de entrenamiento  mental para poder liberarse de la presión de las grandes compañías del tipo que sean. Es mucha, y como te pille un día tonto, la has liado. Y todos lo tenemos. Los más vulnerables son los educados en buenas formas y costumbres, y preferiblemente con sentimiento de culpabilidad inculcado desde la niñez. Las corporaciones se frotan las manos con ellos.

            En fin una alegría. El poder y la codicia acaban con todo porque nos les importa nadie ni nada. Señores “Botines” del mundo ustedes no habrán aprendido la lección, pero yo sí. Busquen en otro lado víctimas propiciatorias para luego echarles la culpa de vivir por encima de sus posibilidades. Pero qué cara más dura. ¡Y qué bonito su trabajo!