Si bajo los párpados,
el mundo que veo deja de existir.
Si tapo los oídos,
el rumor de fondo desaparece.
Si cierro la boca,
no hay sabor que degustar.
Si obturo la nariz,
no existen olores buenos ni malos.
Imposible aislarnos del tacto,
envueltos en un manto de piel
como estamos.
Aún así consigo enconderme
en mi rincón del vacío y la nada.
Entonces, es cuando percibo
el murmullo de mis voces interiores
al hilo de mis pensamientos.
Y si no les hago caso,
soy libre.
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