Nací
por casualidad en un puntito de un país de un planeta que pertenece a un
sistema solar de una galaxia, una de tantas. Nunca me he sentido de ningún
sitio que no sea un mundo multicultural, variado e indefinido de fronteras
difusas, ni tampoco he tenido puntos de referencia locales. Es decir, la
normalidad para mí no existe. Y me he sentido incomprendida. Teóricamente vivo
en una nación llamada España, pero mi realidad no corrobora los hechos. Mi vida se desenvuelve en un microcosmos internacional en el que corre constantemente una
brisa fresca que ventila los usos y costumbres fijos e inamovibles más arraigados.
Mi
vida cotidiana transcurre entre diversas nacionalidades. Trabajo con personas
de distintas procedencias y eso me enriquece. Y vivo en un barrio y en un edificio
donde hay más gente de otros países que del mío propio. Jamás me he sentido amenazada.
Suelo
comer en restaurantes de diferentes partes del mundo, donde me atienden
personas de los lugares más recónditos. Viajo así sentada a una mesa. Gracias a
todos ellos. Me gusta, lo celebro y lo busco.
En
fin, vivo en una dimensión que no es exactamente la castiza, y me encanta. Me
desplazo por Internet a los rincones más lejanos e intercambio puntos de
vista e información con otros. Me moriría en un mundo excesivamente local. Me
ahogaría sin remedio en él por falta de aire.
Una
vez me pregunté el porqué de la presencia de tantos extranjeros en mi vida. Entonces
desfilaron ante mí todas las personas de numerosos países que han pasado por
ella. ¿Los he buscado yo o ellos me han buscado a mí? Un día se me hizo la luz
en el restaurante de un amigo sirio. Están tan desubicados como yo. Viven sin
certezas locales y navegan como pueden entre personas que creen que su vida
cotidiana es la realidad. Quizá por eso sea tan importante viajar. Permite relativizar
todo para ganar perspectiva. Tras una temporada sin hacerlo, empiezo a creerme
que mi realidad es la única. Entonces, se me enciende una luz roja de
advertencia que me recuerda que el punto diminuto en el que vivo está perdido
en la inmensidad. Y que no es nada comparado con esta.
Mi
nacionalidad es: ciudadana del mundo.
Artica Blues
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