Muerta de frío,
anhelando algo,
rozó la muerte en su
interior.
Nunca se lo creyó.
Sabía que era cuestión
de buscar.
No podía ser eso,
aridez y dolor, tanto.
Así decidió
insensibilizarse
para reservarse a la
espera
de mejores tiempos.
Eligió un témpano sólido
dónde esconderse.
E hibernó, inerte, sin
sufrir
como la bella durmiente.
Decidió no estar.
Hacer un acto de magia,
y colarse por una
trampilla imaginaria.
Ya llegaría el momento
de salir al escenario
sin esperar el aplauso.
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